Lousy Christmas and a Crappy New Year
No oculto, ni lo pretendo, mis problemas con las tradiciones. Es algo visceral en mí. Tengo graves problemas con los altos mandos y con todo aquello que no tenga una base válida, una razón que aun hoy en día siga vigente y tenga su explicativa lógica. No lo puedo remediar. ¿Quizá es que no fui a la mili? Dicen que allí o te sometías o...o nada, porque no había elección. Y es precisamente con eso con lo que tengo graves problemas. Quiero tener elección.
Todo el mundo sabe lo que son las tradiciones, ese tipo de acciones que la familia, o la gente en general, lleva a cabo año a año en ciertas fechas, siempre iguales, con algún motivo conocido. El problema es que el motivo ya no suele estar vigente. Vale que es muy bonito celebrar el año nuevo con las campanadas pero -y con esto, sé que voy a tener problemas afirmándolo- ¿a qué viene ya lo de las uvas? Es sabido que un año -de no hace mucho además- una cosecha de uvas fue muy abundante y hubo que buscar una forma de dar salida al producto, así que se decidió ese año acabarlo comiendo una uva por campanada. Pero esto ahora no tiene sentido. Que sí, vuelvo a repetir, es muy bonito y todo lo que quieran, es ya tradición y todo eso. Yo no digo que se elimine, nada más lejos de mi intención, sino poder tener esa elección, poder decidir tú si quieres o no celebrarlo de esa manera -o celebrarlo sin más ¿por qué no se puede simplemente no hacerlo?- sin que haya represalias, sin tener problemas, sin que te miren mal como si hubieras cometido una atrocidad. Hay cosas que a mí me importan de verdad, que a mí me gustaría celebrar, y nadie las comparte y no voy imponiéndoselo a la gente. Cada año tengo muchas decepciones con la gente especialmente cuando les hablo de algo que me gusta pero no se coincide y la otra persona no le interesa lo que yo quiero. Vale, me fastidio, ¿acaso voy a montar un jaleo por eso? Pero uy del que se meta con las fiestas típicas tradicionales, uy eso sí que no, es sagrado -como si esa palabra significara algo ya.
Y hay fechas más significativas para mí que estas en las que estamos ahora.Vale, la navidad, las luces, los colores, no tengo nada en contra de todo eso en realidad pero nuevamente está el problema de la elección. Quiero poder elegir celebrarla o no. Cuando yo tenga hijos quiero poder pasar estas vacaciones de invierno en familia, sin ningún problema, vale, como todo el mundo, amor, paz y prosperidad. Pero por ejemplo, no quiero mentirles con lo de Papá Noël ni los Reyes Magos, ni quiero celebrar el nacimiento de “El Señor”. Oh, sí, soy un malvado por no querer que tengan ilusión, oh diox mío, en mi opinión los malos son ellos por jugar con la ilusión. Me parece más bonito enseñar a regalar en familia, a aprender a elegir las cosas para las otras personas.Y así por lo menos no habrá los problemas de los regalos sorpresas y las decepciones con los regalos que casi nunca se aciertan o aunque lo hagan son despreciados de mala manera. Que eh, yo también he despreciado algún regalo, y no me gusta, precisamente me suelo sentir mal y tonto al hacerlo, pero me cuesta mucho ser falso.
Y yo creo que el espíritu del solsticio de invierno debería ir por ahí. O no. Pero por lo menos ahí está la elección. Yo soy ateo. No creo en divinidades ni en religión alguna. Si se me hubiera que llamar de alguna forma sería nietzscheano, pero tampoco, porque directamente ese nombramiento va en contra de todo el pensamiento del propio Friedrich. Entonces, la gente atea como yo ¿por qué tiene que celebrar la navidad?¿o por qué se les tiene que mirar mal si no la celebran?¿O por qué está bien llevar una crucecita pero no un velo? Es cuestión de puntos de vista, y creo que uno de los principales problemas está en la aceptación de las ideas de los demás. Vale, yo critico mucho la navidad, pero principalmente porque no se me da la elección de celebrarla.
Y es esto lo único que quiero: poder elegir.
José “ZERAV” Malvárez Carleos a 31 de diciembre de 2007
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